Entrevista a Sofía Balbuena: «Pude negociar con lo que cargaba cuando supe de qué estaba hecho»

Doce pasos hacia mí es el primer libro de Sofía Balbuena. 76 páginas y 12 capítulos le alcanzan para construir un relato honesto sobre su relación con el consumo (problemático) de alcohol. Si bien cuenta que su vínculo ha sido y es principalmente con la cerveza, también el champagne y el mezcal riegan algunas escenas. Lo interesante del libro es, como lo llama su autora, «el yo riguroso» que enhebra esta historia. 

Balbuena no abraza las rígidas posturas médicas, pero incorpora datos de ese campo. No se pone en el lugar de la arrepentida que se agarra la cabeza y se machaca. Tampoco pregona un «no lo intenten en sus casas». No hay un antes y un después del consumo problemático de alcohol, sino reflexiones sobre la propia vida en el mientras tanto, entre brindis, resacas y períodos abstinentes, con la experiencia del desarraigo como telón de fondo y la pandemia como un duro pasaje a la soledad.

Doce pasos hacia mí arma, además, un linaje de mujeres escritoras que tematizan su vínculo con el alcohol o el de otros, con María Moreno y su Black out a la cabeza, Olivia Laing y Tamara Kamenszain. Linaje fecundo en el que Balbuena se inserta con una visión original donde, como señala en esta entrevista: «un cuerpo atravesado por el consumo es un cuerpo habitado». Seres Libres dialogó con ella. 

La autora, Sofía Balbuena – Foto: Ana Portnoy

 

 

¿Qué significó para vos poder escribir este libro y exponer tu relación con alcohol?

La posibilidad de un lugar de enunciación. A mí me interesa más el libro como punto de partida de algo, como una plataforma a la que puedo hoy volver para pensar lo que escribí ahí, cómo continuar o qué derivar de esa conversación o empezar alguna otra. Me dio también mucha satisfacción entender que la forma en la que pienso y abordo la escritura o la creación encuentra su lugar, sus formas de circular. Que hay espacios para lo chiquito, los textos mínimos y la lectura como parte de la escritura. Por extensión y por los temas, era una escritura difícil. Te diría que cuando yo escribí Doce pasos no sabía que eso era o podía ser un libro, pero que ahora desde donde lo miro, pues claro que podía ser un libro. Claro que era un libro. Sobre todas las cosas, creo que escribir y publicar ese libro, problematizar mi consumo de alcohol por escrito, me dio la posibilidad de pensar que todos los temas pueden ser literarios, que lo que yo tengo para decir sobre mí misma, puede ser literatura. Y viceversa, que la literatura siempre es desde el yo, de alguna u otra forma, y que explicitar desde dónde se escribe es un ejercicio de honestidad intelectual pero también puede ser un ejercicio literario. 

El título Doce pasos hacia mí alude al programa de recuperación de Alcohólicos Anónimos. ¿Qué diferencias y semejanzas hay entre esos pasos que te llevaron hacia vos y los de AA? 

Creo que trazar el paralelo era más bien fácil, lo obvio, aunque no necesariamente lo natural. Hay otros libros, como Lagunas de Sarah Hepola que también eligen esa estructura, porque la referencia se arma casi en automático en una, pero también en él o la que lee. Es, con otros elementos del ensayo, una estrategia para reclamar atención pero también para inscribirme en territorio determinado. Cuando empecé a escribir mis doce pasos y el fragmento se presentó como la forma en la que lo quería escribir, fue claro para mí que tenían que ser doce, como en el programa. Me parecía y me parece todavía que la conexión se arma de forma directa, que si yo escribo y expongo mi consumo problemático en doce pasos, también estoy brindando una clave para leerlo. La verdad es que no te sé decir cuáles son las diferencias porque no conozco bien los doce pasos de Alcohólicos Anónimos. Lo que comparten es una estructura para pensar cómo establecemos un vínculo con nuestros consumos y quizás la intención de trazar un camino que nos permita asumir nuestras dependencias si nos sentimos inclinadas a considerarlas.

¿Qué le dirías a alguien que se empieza a dar cuenta que perdió el control con el alcohol?

Que no hay porqué sentir vergüenza. Que todas somos adictas a algo. Que tomar mucho o sentir que una toma de más no está ni bien ni mal. En muchos casos, es lo que nos posibilita seguir funcionando porque el mundo sobre el cual nos desplazamos está lleno de estos pequeños agujeros diseñados para brindar alivio, que ese alivio que buscamos en el alcohol o en lo que sea, es una estructura, como otras que nos permiten seguir habitando nuestra propia vida. Que no hay porqué andar disculpándose tampoco. Pero yo no tengo nada que enseñar, no creo que la literatura pueda curar nada. No me gustan los dogmas, prefiero no tenerlos cerca y mucho menos quiero convertirme en faro moral. Puedo decir que a mí me sirvió no bajar la mirada. Que pude negociar con lo que cargaba cuando supe de qué estaba hecho. Creo que el tiempo que elegí vivir de espaldas a mi consumo problemático de alcohol lo hice porque tenía miedo de enfrentarme a la pregunta de si debía dejar de beber. Pero en mi proceso personal pues yo entendí que puedo asumir que soy alcohólica y no dejar de beber si no quiero dejar de beber. Que es mi decisión porque es mi vida y es mi cuerpo y con mi vida y mi cuerpo yo hago lo que quiero. 

Hay un tema que aparece mencionado varias veces en el libro, pero que no se explaya mucho. ¿Cómo describirías la resaca a nivel físico y emocional?

Para mi la resaca es maravillosa. Casi diría que es lo que más me gusta de beber. El tiempo desperdiciado de la resaca, su incapacidad, no sentir la obligación de hacer algo productivo porque mi cuerpo está agotado y mi cabeza no funciona del todo para mí es un alivio. Claro que también la resaca, cuando se repite y se repite, pues te va deprimiendo. Creo que justo el espacio de la resaca tiene un doble juego u opera en dos niveles: es una sustracción al tiempo productivo y también un espacio en donde aparecen los monstruos. Donde nos cuestionamos quiénes somos y qué estamos haciendo con nuestra vida y en ese sentido es híper productiva, una forma de vivir arrodillada. Cómo gestionar ese doble filo no es fácil. Sigo sin domar mis resacas a pesar de que las conozco como conozco las calles de mi pueblo. No creo que tenga una solución, pero a veces pueden ser un atajo hacia las preguntas que vale la pena hacerse. 

¿Qué encontraste en  las lecturas de libros sobre alcoholismo que aparecen referidas en el libro? ¿Cuáles recomendás?

Pues encontré dedicación, trabajo, información, insumos, estrategias para articular el pensamiento, otras lecturas, ciertos problemas comunes, búsquedas bien y mal orientadas, experiencias. Encontré pasajes que me emocionaron profundamente en Leslie Jamison, en Cheever. En María Moreno, sobre todo. Recomiendo siempre Black out porque para mí es LA biblia sobre el consumo problemático de alcohol en lengua española. En lengua española, escritoras mujeres hablando en primera persona sobre su consumo problemático de alcohol hay muy pocas. De reciente publicación, que no está en el libro porque se publicó después, Otra de Natalia Carrero. Encontré una patria, por decirlo de algún modo. Un espacio de pertenencia, un sentido en mi propia búsqueda. Pero sobre todo lo que me dieron esas lecturas es una vocación de escritura, me inclinaron a escribir mi propia traza y a hacerlo no como un mecanismo de pura exposición, sino que a través de un yo riguroso. 

Hablás en el libro de largos periodos de abstinencia. ¿Qué es lo mejor de esas etapas?

La claridad, el descanso, el respeto con el que considero mi tiempo. También la capacidad de poder identificar mis emociones y las sensaciones de mi cuerpo. Un cuerpo atravesado por el consumo es un cuerpo habitado, del que no siempre podés decir algo a ciencia cierta. No siempre sabés lo que te pasa. Pero sobre todo, una cosa muy práctica: algo que no pasa cuando bebo es eso de decir voy a hacer esto y efectivamente hacerlo. De ser borracha, lo que me queda es que una no siempre hace lo que dice que va a hacer. Pasa a varios niveles. Vas a un festival con tus amigas, por poner un ejemplo, y decís vamos a ver todas estas bandas y luego te quedás tomando a un costado del escenario y no ves nada porque te estás divirtiendo tomando con tus amigas mientras te ponés en pedo y de repente lo que hasta recién te parecía un planazo, te da igual. O decís este fin de semana voy a escribir mucho y ordenar toda la casa, y salir a comer waffles con mi novio y luego no hacés nada porque tenés resaca. Lo mejor de la sobriedad es que mi voluntad no se tuerce porque el cuerpo o la cabeza no me responde. Cumplir con lo que me propongo. Pero también es mucho más tranquila la vida, como en cámara lenta, contemplativa. Digo tranquila pero quiero decir aburrida. Ser sobria es más aburrido que ser borracha. 

Doce pasos hacia mí, de Sofía Balbuena, fue publicado por Vinilo Editora. 

¿Sos Adicto?

Esta es una pregunta que sólo tú puedes contestar. Todos hemos contestado «sí» a distinta cantidad de preguntas. El número en sí no tiene tanta importancia como el hecho de saber cómo nos sentíamos por dentro y cómo la adicción había afectado nuestra vida. En algunas de estas preguntas ni siquiera se mencionan las drogas, porque la adicción es una enfermedad traicionera que afecta todas las áreas de nuestra vida, incluso las que en un principio parecen tener poco que ver con la droga. Los distintos tipos de drogas que consumíamos no tenían tanta importancia, como las razones que nos hacían tomarlas y el resultado que produjeron en nosotros. La primera vez que leímos estas preguntas, nos espantó la idea de que pudiéramos ser adictos. Algunos intentamos rechazarla diciéndonos: «¡Bah!, estas preguntas no tienen sentido.» o «Yo soy diferente. Sé que tomo drogas, pero no soy adicto: tengo problemas reales de familia/trabajo/afectivos.» o «Lo que pasa es que ahora estoy pasando por una mala racha.» o «Podré parar cuando encuentre el trabajo, la persona, etc. que necesito.» Si eres adicto, antes de que puedas hacer ningún progreso hacia la recuperación, primero tienes que admitir que tienes un problema con las drogas. Estas preguntas, siempre que las hayas abordado con honestidad, pueden servir para mostrarte cómo el consumo de drogas ha hecho tu vida ingobernable. La adicción es una enfermedad que, sin la recuperación, termina en cárceles, hospitales, manicomios o con la muerte. Muchos llegamos a Narcóticos Anónimos porque las drogas ya no nos daban lo que nos hacía falta. La adicción nos quita la dignidad, el amor propio, la familia, los seres queridos y hasta el mismo deseo de vivir. Si todavía no has llegado a este punto de tu adicción, no hace falta que llegues. Sabemos que nuestro infierno estaba dentro de nosotros. Si quieres ayuda, la puedes encontrar en Narcóticos Anónimos. «Buscábamos una respuesta cuando pedimos ayuda y encontramos Narcóticos Anónimos. Llegamos a nuestra primera reunión derrotados y sin saber lo que nos esperaba. Después de haber estado en una o en varias reuniones, empezamos a sentir que los demás se preocupaban por nosotros y estaban dispuestos a ayudarnos. Aunque nuestra mente nos decía que nunca lo conseguiríamos, las personas de la confraternidad nos dieron esperanzas insistiendo en nuestras posibilidades de recuperación. Descubrimos que cualquiera de las cosas que hubiéramos

Los adictos en recuperación son la fuerza que impulsa este movimiento.

Juntos podemos lo que solos nunca podíamos.
Si sos adicto y hoy estás limpio, sos un milagro. Te necesitamos!

Las adicciones no distinguen edad ni sexo ni clase social ni geografía.

Nos atraviesan como sociedad y a todos nos afectan directa o indirectamente.

Aunque si somos conscientes de la problemática podemos combatirlas,

¡se puede!
Pero es necesario que todos nos involucremos en la solución,

¡Por muchos más Seres Libres, sumate al movimiento!