Foto: Nora Lezano
En 2016, el escritor Pablo Ramos dio a conocer un libro que, como mucha de su literatura previa, se basa en experiencias personales, pero que tiene un componente especial. Hasta que puedas quererte solo cuenta en primera persona el calvario de la adicción al alcohol y a la cocaína, lugares sin fondo a los que se puede llegar antes de quedarla en el camino o decir «basta». Los doce capítulos del libro se corresponden con los Doce Pasos para lograr la recuperación que proponen Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos, seguidos de crónicas crudas, emocionalmente honestas, donde se habla sin eufemismos de vidas en las vías del derrumbe.
En la charla con Ramos, nos cuenta el episodio que desató la escritura de Hasta que puedas quererte solo, cómo la escritura lo ayudó en su recuperación y qué significa este libro dentro de su obra. Recientemente, acaba de publicar El origen de la alegría, que retoma la vida de Gabriel Reyes, el protagonista de la trilogía El origen de la tristeza, La ley de la ferocidad y En cinco minutos levántate María.

¿Qué fue lo que te decidió a escribir un libro como Hasta que puedas quererte solo?
Mi hermano, el que me sigue a mí, es una persona muy frágil. Se llama Gabriel Alejandro. Generé una sombra, que me da mucha culpa, porque yo fui el primero en darle a probar una raya. Cuando vivíamos juntos en la casa familiar, pensando que la marihuana tenía olor y era muy evidente y que mi mamá se daba cuenta, yo le mostré la primera dosis de cocaína porque era mucho más disimulable en principio. Y si bien él dice que, tarde o temprano, hubiera consumido de cualquier manera, preferiría no tener esa culpa.
Muchos años después, me habían invitado a Nueva York a un evento de escritores. Cuando estaba por hacer trasbordo del aeropuerto de Miami al de Nueva York, me entero de que mi hermano había tenido una crisis y se estaba por morir. Entonces, me cambié el pasaje para Buenos Aires y en ese aeropuerto empecé a escribir el libro. El libro lo escribí para entender por qué mi hermano no paraba. Ahora está bien, por suerte.
Siempre escribo para entender. Escribo porque no puedo. No puedo resolver esto, escribo. Es una respuesta a la impotencia. Y ahí empecé a garabatear el título, para él. Y arranco con esas palabras preliminares que intentan baquetear el libro.
En su momento, ¿escribirlo te ayudó en tu recuperación? ¿Tuvo la escritura función terapéutica?
La escritura es terapéutica en sí misma. Buscar el diario personal, buscar el nombre de las cosas, hacer el recuento de las cosas que te funcionan y que no, está indicado en muchas terapias. Inclusive muchos psicólogos te piden que escribas cosas y se las lleves. Claro que me ayudó a escribirlo. «Manos y mentes ocupadas» dicen los compañeros de NA, y en la escritura tenés las manos y la mente ocupadas, así que funciona.
Uno de los problemas principales que mencionás tiene el adicto es su «egocentrismo», ¿podrías desarrollar un poco esta idea?
El consumo desata una trilogía de autopresión, que tiene tres aspectos: el espiritual, el físico y el mental. El mental es la obsesión, el físico es la compulsión , y el espiritual que tiene que ver con el egocentrismo, y es el más difícil.
El egocentrismo es un aspecto espiritual de la enfermedad. No es egoísmo, es otra cosa. Es organizar el mundo alrededor tuyo. Te perjudica en que te pone en una instancia de no desarrollado, de no independencia. El egocéntrico depende de la mirada de los demás, del dinero de los demás. Y es como si fuera un bebé. Patalea, grita, cuando no tiene. Y hace girar todo su mundo en torno a él, y eso hace que no pueda cumplir responsabilidades, hace que el pozo sea cada vez más profundo.
El problema de la oscuridad de uno no es la oscuridad en sí, sino cuando uno ilumina la oscuridad. Ahí hay que tener huevos y ahí hay que pedir ayuda. Un alcohólico no tanto, pero un drogadicto es un deficiente moral para la sociedad. Es una enfermedad y nadie lo ve así. Te lo dicen que lo ven así, pero es mentira. Si vos te emborrachás o si tomás una raya de cocaína, vas a tener más problemas con la cocaína, porque está en la estructura de la sociedad. El adicto no escapa de juzgarse a sí mismo como un deficiente moral, por eso la palabra enfermedad trae alivio. Porque uno prefiere ser enfermo a ser una mala persona.
En el libro, hay dos escrituras diferenciadas, las reflexiones sobre los Doce Pasos y las crónicas, ¿qué le aporta cada una al libro?
Lejos de tener la intención de autoayuda, es un libro de literatura donde los Doce pasos le dan un orden a la narración y las crónicas si bien son en rigor de verdad, busqué darles una estructura de cuento para que sean más ágiles de leer. Existen detractores que dicen que me aproveché de los Doce Pasos. No me aproveché de nada, tomé los títulos y empecé a reflexionar sobre cada uno, incluso con mi hermano, que en aquel momento que te contaba quedó internado.
La crónica aporta la literatura, a lo que yo me dedico, el porqué. Todo ese libro es mi gran Cuarto Paso. La gente gente que pasó por mi vida, la gente que sufrió a mi alrededor y que yo por omisión o por acción perjudiqué. Por omisión también se perjudica. Cuando uno come en un restorán más de lo que necesita y hay otros que no comen está perjudicando a otro por omisión. Es mi idea católica y cristiana de la moral, la omisión es un grave pecado.
¿Tuviste alguna repercusión de otras personas en recuperación o adictas?
No paran de haber compañeros y mensajes amorosos, no paro de recibir comentarios muy positivos por todos los medios que se pueden comunicar conmigo, me los hacen llegar. Creo que el libro puso a la luz un sistema de contención que es Narcóticos Anónimos y Alcohólicos Anónimos que no tiene comparación. El valor terapéutico de un adicto o un alcohólico ayudando a otros, no tiene comparación.
¿Qué le dirías a alguien que está pasando por un problema similar al que pasaste?
No se le puede decir nada, tiene que tocar fondo. Le dejás un folleto de NA y punto. Y salís corriendo. Le pasás el mensaje: «che, cuando no des más, existe Narcóticos Anónimos». Y a los que sí les diría algo es a los familiares, que vayan a los grupos de Nar-Anón o Ar-Anón porque los van a ayudar a poner límites. El adicto no soporta los límites. Cuando encuentra límites, se asusta. Y en realidad solo le estás poniendo un colchón para amortiguar la caída.
Hablaste muy bien de NA y de AA, ¿podrías desarrollar un poco el valor que les ves?
No es un valor que le veo, es un valor que tiene. Es gratuito. Es por fuera de la academia. No tiene nada que ver con la policía. Nada que ver con la religión. Ni siquiera te preguntan tu apellido. Llamás 24 horas a cualquier compañero y te responde. Además hay un centro de atención 24 horas, hay grupos por todos lados. Alcohólicos Anónimos y Narcóticos Anónimos es el único método de ayuda que existe. No es un tratamiento, es contención. Ataca el síntoma y nada más, y ya tu vida mejora un montón porque verdaderamente para pertenecer no precisás más que el sincero deseo de dejar de consumir. No existe ningún grupo que funcione igual. Que no tenga fines de lucro. Que se autosostenga. No acepta donaciones. No recibe ni un centavo de la Sedronar. La séptima tradición que es «mantenerse a sí mismo» es eso. Y el anonimato le da una efectividad enorme. Todos los demás grupos o redes de contención que puede tener la gente, son pagos. No hay nada que lo supere.